
Actualizado el domingo, 17 mayo, 2020
Redescubrimiento de Pompeya
La erupción del Vesubio del año 79 d. C. tuvo distintas consecuencias en los asentamientos que estaban situados en los alrededores del volcán. Pompeya, por ejemplo, fue sepultada por nubes de ceniza y por lapilli, piedra pómez de pequeño tamaño y color blanquecino, muy ligera, que ocultó la ciudad bajo una capa de varios metros. Sin embargo, los puntos situados en mayor altura, como algunos edificios del foro, quedaron descubiertos y permitieron a las gentes de la zona regresar a la ciudad para llevarse los elementos lujosos y decorativos que no habían quedado profundamente enterrados.
La suerte de Herculano fue muy diferente, ya que el asentamiento estaba más próximo al cráter y fue devastado por la deflagración y capas de lava que se endurecieron como auténtica piedra y que la dejaron totalmente escondida. En cualquier caso, ambas ciudades y el resto de los asentamientos vecinos, permanecieron en el olvido durante siglos.
El descubrimiento de Herculano y Pompeya
Es probable que los campesinos de la Campania estuvieran habituados a encontrarse restos antiguos por la zona, pero no fue hasta el año 1738 que uno de ellos, cuando excavaba un pozo, encontró oficialmente la ciudad perdida de Herculano. El hallazgo fue sucedido, diez años después, por el descubrimiento de Pompeya. En aquel momento, Campania formaba parte del reino de Nápoles y las Dos Sicilias, bajo el mandato del rey Carlos III. El monarca español, en el contexto de la Ilustración española, estaba interesado por la cultura y la historia y decidió emprender la excavación de los dos yacimientos, interesándose personalmente en los descubrimientos. Crearon la Academia Herculanesa para publicar los resultados de las investigaciones.
Uno de los más ilustres visitantes que pasó en estos primeros tiempos por el yacimiento fue Winckelmann al que se suele considerar el padre de la Arqueología clásica. Visitó Nápoles y sus yacimientos en 1765 y 1767 y fue el primero en cuestionar el método empleado por la Arqueología de la época.
El método de trabajo en la Arqueología en el s. XVIII distaba mucho de las características de la disciplina científica que es hoy en día. Las intervenciones desde el descubrimiento hasta el s. XX tenían como objetivo sacar a la luz grandes obras de arte (esculturas, mosaicos, frescos) que pudieran enriquecer las colecciones privadas de la monarquía y que, a su vez, fueron el germen de museos como el de Nápoles. En estas primeras intervenciones se perdió muchísima información, que poco a poco se fue incorporando según avanzaron los métodos de investigación.
Giuseppe Fiorelli
A Giuseppe Fiorelli (1823-1896) le debemos el inicio de la arqueología científica en Pompeya, ya que él fue quien incorporó la sistematización de los procesos de excavación y de la investigación. Fiorelli fue nombrado por el rey Víctor Manuel II y dirigió las excavaciones de Pompeya entre 1860 y 1875. Aportó también una de las innovaciones más emblemáticas del yacimiento: la recuperación de los cadáveres sepultados por la erupción a través de sus moldes.
Por último, también Fiorelli fue el responsable de la organización del urbanismo de la ciudad, dividiéndola en calles, manzanas y unidades estructurales individuales (regiones e ínsulas), dando a cada una de ellas una numeración que permite identificar los distintos lugares de la investigación. Es importante recordar, por tanto, que los números de las calles y las casas que vemos hoy en día no tienen que ver con la vida en la ciudad romana sino con la intervención del arqueólogo italiano. Datan, por tanto, del s. XIX y son todavía hoy en día una ayuda para situarnos en la visita y acceder a aquellos lugares que estemos buscando.
Los nombres de las calles principales que atraviesan la ciudad, como Vía de la Abundancia, Vía Estabiana, Vía de Nola o Vía de Mercurio tampoco datan de época romana. Estas calles fueron así bautizadas por los arqueólogos.
Avances posteriores
Las excavaciones del s. XIX posicionaron a Pompeya en el mapa de la cultura europea. Se puso de moda la visita al yacimiento y surgió un estilo en las artes decorativas que emulaba las piezas rescatadas en las intervenciones. La novela “Los últimos días de Pompeya” de Edward Bulwer Lytton, escrita en 1834, se hizo popular y se recreó el terrible momento de la erupción en obras de arte como “La erupción del Vesubio” del pintor ruso Karl Briullov (1827-1833) que hoy podemos ver en el Museo Ruso de San Petersburgo.
A comienzos del s. XX, las intervenciones de Spinazzola pusieron al descubierto la llamada Vía de la Abundancia, con la intención de comunicar las zonas, previamente excavadas, del foro y del anfiteatro. Sin embargo, el gran arqueólogo del s. XX fue Amedeo Maiuri que trabajó en Pompeya entre 1924 y 1961. Maiuri incorporó un punto de vista mucho más complejo que incluía aspectos económicos, sociales y políticos de la vida en la ciudad.
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